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Los dilemas de la izquierda peruana

Publicado: 2015-09-30

Este 4 de octubre se va realizar las elecciones primarias del Frente Amplio, el cual agrupa diversos partidos de izquierda del país, entre los que se cuentan Tierra y Libertad, que lidera Marco Arana, el Movimiento por la Gran Transformación, que postula a Jorge Rimarachin, el Partido del Pueblo, que tiene a Luis Alberto Salgado como su candidato, el Movimiento Mundo Verde, que postula a Martina Portocarrero, Pueblo Unido, que tiene como candidato a Jorge Bacacorzo, el Movimiento Sembrar, que tiene como candidata a Verónica Mendoza y la Central Única de Trabajadores, que postula a Julio César Bazán, entre los cuales se elegirá al candidato presidencial.  

Este hecho es la mejor expresión de una apuesta por democratizar un frente político de cara a las elecciones presidenciales del 2016. Creo justo decir que, tal vez, sean las únicas elecciones primarias para elegir al candidato presidencial de un frente electoral, lo cual es saludable para una izquierda que busca posicionarse como alternativa política para el país.

Sin embargo, el Frente Amplio no es el único movimiento que se sitúa en la izquierda. Únete, frente que agrupa a partidos como Ciudadanos por el Cambio, Fuerza Social, Partido Humanista y el MAS, también reclama ser una apuesta política de izquierda ¿qué pasó para que ambos frentes no se unieran?

Particularmente creo que las diferencias son saludables, las discrepancias son necesarias y el debate es una expresión democrática de un movimiento que está en formación. Si la izquierda no va unida a estas elecciones por diferencias ideológicas y morales, es correcto que afronte las elecciones desde dos frentes, ya que son expresiones de proyectos que difieren entre sí.

Sin embargo, creo que la izquierda nacional mantiene ciertos errores históricos: el culto a la personalidad, en algunas candidaturas, la falta de un plan de gobierno que sea la defensa de los principios que apuesta y que señale la operatividad de las reformas que pretende impulsar, la falta de cuadros técnicos que puedan operativizar dicho plan, la ausencia de un enfoque de gestión pública que pueda ofrecer eficacia y eficiencia en la ejecución del plan de gobierno (sin abandonar la ética y moral por el pragmatismo) y precisión, y deslinde, en temas que la izquierda arrastra históricamente: terrorismo (el cual en el común denominador de la población sigue perenne la asociación), su definición frente a los gobiernos progresistas de la región latinoamericana y su posición frente a la inversión privada (el grial de la prensa).

Estuve en algunas reuniones del Frente Amplio (FA) y conversando con algunos de los participantes a los que comenté estos puntos me dijeron, algo que ya había escuchado desde que estaba en la universidad: que esos temas son intrascendentes para definir la candidatura, que primero había que trabajar por las elecciones, eso se hace en el camino o después y que los principios eran irrenunciables (sólo por citar algunas respuestas). En conclusión: un discurso retórico que no dio respuesta clara a mis consultas.

Soy, desde los 17 años, un abierto simpatizante de la izquierda y no he dudado en reconocerme como tal, participando de la gestión de Susana Villarán y defendiendo los principios que enarbola, pero sin perder la capacidad crítica a los procesos impulsados y creo que la izquierda peruana tiene la poca disposición a interiorizar nuevos planteamientos sobre cómo afrontar una campaña, un gobierno, una gestión, un proceso y de prepararse académicamente para asumir un rol dirigencial en el país, debido a primar objetivos electorales sobre ellos.

No es casual que Ecuador tenga un gobierno de izquierda, como el liderado por Rafael Correa, por demás un académico, que parte de un entendimiento de la realidad de su país y que ha sabido definir claramente la defensa de los principios nacionales, reuniendo a su alrededor lo mejor de la intelectualidad ecuatoriana que ha sabido impulsar reformas que han puesto a su país como un modelo de gestión.

Chile, históricamente, ha tenido una trayectoria de intelectuales que ha sabido reunirse en pos de la transformación social de su país, como fue el caso del gobierno de Salvador Allende, que tuvo como uno de sus máximos referentes académicos nada más que a Pablo Neruda y al gran Orlando Letelier, quien luego del golpe de Estado se mantuvo activo en la denuncia de la dictadura de Pinochet, logrando bloquear un empréstito internacional proveniente de Holanda, que lo hizo blanco de la dictadura.

En algunos casos, la izquierda peruana tiene intelectuales que pueden desarrollar brillantes lecturas interpretativas, pero poco operativos, con muy poca experiencia de gobierno y con un limitado entendimiento del funcionamiento del Estado, lo que hizo que una gestión, como la de Susana Villarán, se vea rebasada por la burocracia, que en palabras de Víctor Vich: “… fue más difícil de lo que pensamos…”

Este problema ha sido una constante en la historia política de la izquierda peruana. No olvidemos que el fundador del socialismo peruano, el amauta José Carlos Mariátegui, si bien no fue un académico universitario, por su formación autodidacta, sí fue un académico por respetar el método, la pulcritud y las ideas claras: “Tengo tendencia al método. Me preocupa mucho el orden en la exposición. Me preocupa más todavía la expresión de las ideas y las cosas en fórmulas concisas y precisas.”

La ausencia del entendimiento que la labor académica es necesaria para formar los mejores cuadros para la izquierda, que sostendrán un gobierno y proyecto político, es una falencia honda que luego buscan suplir con la apropiación de intelectuales que nunca le fueron parte, como fue el caso de Pablo Macera, el cual la izquierda hizo suyo, sin serlo por voz propia, y al que definió su líder ideológico y “la conciencia moral del Perú”, o Mario Vargas Llosa, que salvo la participación en una célula del Partido Comunista, no se sabe más de su actividad política en la izquierda. Y no olvidemos aquellos intelectuales que durante la década de 1960, 1970 y 1980 fueron “la voz incendiaria de la pradera”, pero ni bien caída la Unión Soviética, el muro de Berlín, las experiencias socialistas de Europa del Este, se manifestaron escépticos (por decirlo en término diplomáticos), olvidando a intelectuales que siempre se mantuvieron firmes como Alberto Flores Galindo y Aníbal Quijano.

No creo en ganar experiencia cuando se trata de una apuesta política. No creo que la izquierda deba asumir complacientemente errores que, en un supuesto gobierno, le van a pasar factura. No creo que un gobierno deba darse la licencia de aprender en la gestión para luego disculparse con la población. Cualquier apuesta política debe estar preparada para asumir la administración gubernamental del país, que en el caso de la izquierda tendrá las más difíciles dificultades.

Hagamos todo lo posible por construir un proyecto nacional y de país inspirado en los ideales de justicia social y en el mito que reclamaba José Carlos Mariátegui, José María Arguedas y Alberto Flores Galindo.

Mi voto este 4 de octubre será por Verónika Mendoza.


Escrito por

Damiler Díaz Terán

Padre. Antropólogo. Hincha del Deportivo Municipal. Amante de leer todo sobre historia...


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