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Responsabilidad histórica de la izquierda peruana frente al gobierno de Pedro Castillo desde una visión personal

Publicado: 2022-08-11


Estudié antropología en la Universidad Nacional Federico Villarreal y mi formación académica estuvo ampliamente influenciada, durante los dos primeros años de mi carrera, de lecturas reflexivas sobre las estructuras sociales rígidas y excluyentes en el Perú: Aníbal Quijano, Alberto Flores Galindo, Julio Cotler, Nelson Manrique, entre otros.

La visión crítica de mi formación, junto a mi historia personal, proveniente de sectores populares y económicamente limitados (viví casi toda mi vida en un asentamiento humano en el distrito de Independencia), me motivó a buscar respuestas y propuestas a la situación existente y fue desde la izquierda donde empecé a identificar alternativas que provocaron en mí entusiasmo, aunque siempre desde lo académico.

Intenté formar parte de la izquierda oficial (Movimiento al Socialismo- MAS, Patria Roja, entre otros), pero rápidamente me sentí defraudado porque reproducían, al interior de sus partidos, los vicios atávicos de la sociedad peruana (exclusión, estructuras de poder rígidas que impedían cualquier idea disidente y que cuestionaran el papel de quienes criticábamos sus dirigencias nacionales) en la que se confundía el eslogan con la propuesta, concluyendo que estos movimientos gritaban lo suficientemente fuerte, para no perder visibilidad, pero lo suficientemente bajo para no cuestionar nada. Sin ideas, sin propuestas, sin alternativas, no podía incluirme en un proceso condenado a la nada.

En otros campos, tampoco encontré alternativas. Mi actividad política universitaria, la cual buscó apoyar a movimientos independientes y de izquierda, dentro de una universidad en la que el APRA tenía presencia significativa, no alcanzó a satisfacer mi idea de una propuesta práctica y de conjunto para la universidad. Movimientos que repetían la cita, pero sin ninguna reflexión, me sonaban a juicios de Stalin, a pesar que en el Perú teníamos a José Carlos Mariátegui, del quien siempre voy a reconocer su propuesta innovadora y creativa. Claro. Fue eso lo que me acercó a la izquierda: una propuesta de cambio innovadora que exija lo mejor de nuestras reflexiones. Fue así que al tercer año de mi carrera abandoné todo tipo de esfuerzo por apoyar propuestas de izquierda dentro de la universidad y empecé a cuestionarme.

Este ejercicio personal me hizo leer más, me representó un esfuerzo por reflexionar constantemente y me fui acercando a propuestas que considero, hasta hoy, únicas en la experiencia dentro de la izquierda y que el estalinismo habanero, del cual no me siento parte, siempre reprochó en el silencio. Fue así como conocí la experiencia chilena liderada por Salvador Allende, un hombre al que le reconozco errores, pero, también, las más altas virtudes personales y supo, junto a lo mejor de la intelectualidad de su país ofrecer una propuesta que ante la vigencia solo pudo ser acallada por las tanquetas de Pinochet, aceitadas con el dinero de la CIA y lo peor de derecha chilena.

Fue esa experiencia la que me hizo acercar a propuestas críticas dentro de la izquierda y asumir que un proyecto socialista tenía que tener la capacidad de alternar en ideas, propuestas y en la capacidad de ofrecerle a la población soluciones prácticas a sus condiciones de vida y no a una discusión teórica del que solo se reproducen en ambientes universitarios o alguna cantina del centro de Lima

Alejado de toda intolerancia partidaria, seguí apoyando iniciativas de izquierda desde mi visión personal, siendo la más importante aquella que llevó a Susana Villarán a la alcaldía de Lima el 2010, gestión en la que, a diferencia de muchos quienes participaron de ella, no me avergüenzo decir que integré.

Fue esa experiencia la que me dejó en claro la necesidad de poder construir propuestas que puedan ser verbalizadas a la hora de un debate, que no sonara a revolución cultural China y a juicios de Moscú ancladas en el tiempo. Más en un país como el Perú, donde la violencia terrorista de Sendero Luminoso y el MRTA, junto a la propaganda fujimorista y la claudicación de sus líderes durante la década de 1990, se habían encargado de eliminar cualquier alternativa política de izquierda.

Fue en ese momento en que tuve que lidiar con la presión de lo que significa estar en la gestión pública y lamentar lo mucho de la inoperancia de algunos de los regidores municipales y equipo técnico, que dejaron en abandono las acciones que tuvimos a cargo diversos profesionales que hacíamos lo mejor inspirado en una profunda convicción de lo que queríamos para la ciudad. Una de esas experiencias fue cuando tuve que realizar un diagnóstico social en los alrededores de La Parada, distrito de La Victoria, como parte de las actividades orientadas a la reubicación del mercado mayorista, para lo cual me infiltré como estibador en uno de los gremios sindicales presente en la zona, estudio que concluyó que no era posible ejecutar la reubicación por la presencia de grupos delictivos que ofrecerían resistencia a la misma como fue el caso de GREVA. Sin embargo, y confiada de diagnósticos hechos por prestigiosas universidades, la cual nunca hicieron trabajo de campo, la gestión decidió llevar a cabo el operativo, terminando con la desastrosa acción del 25 de octubre del 2012.

Ese día me encontraba cumpliendo labores en el sindicato al cual me había infiltrado cuando la llamada de una amiga me alertó de los sucesos. Sentí miedo, porque confundido entre la turba, si la policía me tomaba prisionero, tenía que dar mis generales de ley, lo cual implicaba descubrir mis acciones encubiertas, lo que hizo que empezara a llamar a los regidores que conocía, al gerente de la institución, al jefe del área en la que me desempeñaba y la respuesta fue siempre nada: el teléfono apagado. Mientras escuchaba RPP por los auriculares, mientras trataba de salir de la zona, el periodista en cabina comunica que el Consejo Municipal se encontraba presto a dar una conferencia de prensa. Pensé, muy animado, que dicha conferencia era para informar sobre el operativo que se estaba desarrollando. Cuál fue mi sorpresa, que la conferencia era para rechazar la revocatoria del mandato edil que se estaba tramitando ante el Jurado Nacional de Elecciones. Recuerdo que la frase con la que cerró la nota, el periodista que se encontraba reportando, fue lapidaria para mí: “este consejo no tiene la mínima idea de lo que está pasando en la ciudad, pasemos al escenario de la noticia”.

Superado la situación y al término de la gestión, una vez más tuve la misma idea rondando mi mente: así no se puede conducir una gestión de izquierda, la cual no puede alternar políticamente y es incapaz de operar de manera práctica.

Sucesivamente mantuve desempeño laboral en diversas instituciones cuando llegué a trabajar con gremios campesinos e indígenas. Aunque la temática siempre fue de mi gusto y cumplía con creces mi convicción de contribuir a la mejora de la calidad de vida de poblaciones históricamente excluidas, di cuenta de los vicios que reproducían al interior de sus organizaciones: clientelismo, falta de alternancia generacional en sus dirigencias, favoritismo en la designación de liderazgos en las comisiones de representación ante el Estado y la imposición de dirigentes nacionales de manera perpetua. Ahí están los ejemplos de la Confederación Nacional Agraria- CNA, incumpliendo el propio estatuto de su organización y generando paralelismos internos para mantenerse en la dirigencia nacional por más de 10 años. Ahí está el ejemplo de la FENMUCARINAP, donde la presidenta del gremio se mantiene en funciones desde que su fundó, sin ofrecer alternativas de relevos y que las bases cuestionan, algunas de las cuales se han alejado y han formado sus propias federaciones.

La única organización indígena y campesina que merecía y merece mi mayor respeto fue siempre la Central Única Nacional de Rondas Campesinas del Perú- CUNARP, quien sin tener ayuda de ONGs, autogestionaban sus recursos y era capaz de movilizar bases a nivel nacional, capacidad que acompañaban con la argumentación de un discurso claro y concreto, muy distinta de las demás organizaciones indígenas y campesinas.

A pesar que muchos reconocen los vicios en que caen algunas organizaciones, todo suma a favor de mantener el estatus quo. Pues esos dirigentes siempre son dóciles con la imposición de agendas por parte de ONGs y el Estado y como bien dijera un ex dirigente nacional de un gremio agrario, del cual me reservo el nombre: “el buen vivir para los dirigentes es que viajen bien, que coman bien y que descansen bien”

Muchas veces es la izquierda la que apañe esos vicios. Es la misma que, para no perder notoriedad, ampara dichas organizaciones, a pesar que boicotean las bases sociales que dicen representar. Una responsabilidad que deben asumir y que, si quieren contribuir al cambio, deben cuestionar y posibilitar la reestructuración organizacional de los gremios representativos de pueblos indígenas y comunidades campesinas.

No creo en esencialismos. No creo que un pueblo indígena, por su condición de pueblo indígena, se le deba apañar hechos de corrupción justificados por la tradición, la cual, junto con la pobreza, deba formar parte del folklore nacional. Todo lo contrario, hay que cuestionar lo malo venga de donde venga y censurar lo ilícito. Somos muy tolerantes con la mentira, el engaño y la corrupción y eso no tiene nada que ver con la tradición e histórica exclusión en la que viven nuestras poblaciones indígenas y nativas.

Por esa razón, creo que cuestionar al gobierno del señor Pedro Castillo, debidos a los actos de corrupción manifiestos por su entorno personal más cercano, es una responsabilidad también de la izquierda.

Yo voté por Pedro Castillo, pero eso no me exime de la crítica y el derecho ciudadano de cuestionar lo que está mal. Y creo que el señor Presidente debe dar un paso al costado, con la hidalguía de renunciar a su cargo y convocar a nuevas elecciones, aprovechando la oportunidad para convocar un referéndum que ponga en debate público la reforma política, cuyas líneas centrales propuso la comisión presidida por el señor Fernando Tuesta Soldevilla.

Esta era una gran oportunidad y se ha perdido. Cómo hacer posible una asamblea constituyente si lo único que se critica es el capítulo económico cuando lo que queremos es la reforma del Estado de manera integral, incidiendo en su organización territorial, fortalecimiento de derechos constitucionales, procesos de descentralización, acciones que en el debate nunca se tocan por incapacidad de una izquierda que poco o nada le interesa alternar políticamente y cuya preparación académica, lamentablemente, es mínima.

¿Es el fracaso de la izquierda? De la izquierda oficial y partícipe del sistema electoral y democrático sí. Hay responsabilidades que debe asumir y alternativas que, desde la sociedad civil, debemos impulsar sin dejar de lado nuestras convicciones y principios. Como bien lo señalara Jorge Basadre, la mejor página de nuestra historia aún no está escrita y creo que el contexto dicta la necesidad de imponer por delante objetivos nacionales.

Cuando me apresuro a publicar este artículo, me entero que en el Congreso hubo una pelea del cual no tengo pormenores. Una evidencia más de que hay una idea firme de país y que seguimos reproduciendo vicios históricos en nuestra sociedad que se trasladan a la política.


Escrito por

Damiler Díaz Terán

Padre. Antropólogo. Hincha del Deportivo Municipal. Amante de leer todo sobre historia...


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